La fiebre en los niñosfiebre

Fiebre en niños: ¿Qué hacemos?

 

-Buenas noches, ¿qué le pasa al niño?

– Que lleva dos horas con 38,2 de fiebre.

-¿Algún otro síntoma?

– No, pero es que tiene 38,2 de fiebre…

– ¿Le ha dado algún antitérmico?

-Si, le he dado Dalsy y le ha bajado a 37,3

– Vamos a tomarle la temperatura… Ahora mismo está en 37º

-Si, pero hace dos horas tenía 38,2… Le he dado el Dalsy, le he puesto paños mojados, le he dado un baño de agua fría y…

– Señora, estamos en diciembre, si hace esas cosas el niño puede coger un catarro importante…

-Pero era para que le bajara la fiebre…

Puede parecer un diálogo algo exagerado, pero más allá de la parodia, no es extraño que se produzcan situaciones parecidas en las consultas de urgencia. La fiebre en niños es uno de los principales motivos de consulta médica y, aunque efectivamente suele ser señal de enfermedad, no es en sí misma una enfermedad y bajarla a toda costa no debe convertirse en el fin último.

La fiebre es un mecanismo de defensa del organismo frente a las infecciones causadas por virus y bacterias, pero también puede producirse por procesos no infecciosos. Se considera que un niño tiene fiebre cuando la temperatura es igual o superior a 38ºC (entre 37,2 y 37,9ºC se habla de ‘febrícula’) pero, más allá de las mediciones térmicas, hay que observar si la subida de temperatura viene acompañada de otros síntomas: decaimiento, malestar general, dolor, etc.

La fiebre puede ser intermitente (cuando la temperatura desciende cada día a valores normales), remitente (cuando remite pero nunca llega a alcanzar los valores normales), mantenida (en los casos en que no llega a experimentar oscilaciones superiores a un grado a lo largo del día) y recurrente (cuando los períodos febriles se alternan con períodos de temperatura normal de duración variable).

Termómetros y antitérmicos

La elevación de la temperatura corporal en algunos grados puede aumentar la eficiencia de los macrófagos para destruir los microorganismos invasores, por lo que el uso inmediato, generalizado y rutinario de antitérmicos no está recomendado, ya que estos, además, pueden enmascarar los síntomas típicos de un proceso patológico, retrasando así el diagnóstico.

Esto no significa que haya que evitar el uso de antipiréticos en todos los casos ni que, ante un proceso febril, se deba prescindir de forma sistemática de la consulta médica. Pero antes de obsesionarse con bajar la fiebre, es importante observar al niño y esperar un tiempo prudencial para ver si aparecen otros síntomas.

También es recomendable saber que la fiebre en sí misma no causa daño cerebral y solamente en condiciones patológicas muy raras puede poner en peligro la vida del paciente.

¿Qué se debe hacer entonces?

  • Ante todo, mantener la calma. Si la fiebre no está acompañada de otros síntomas, lo mejor es esperar. Si pasados tres días la fiebre no remite, se debe acudir al pediatra.
  • No son recomendables las friegas de alcohol ni los baños en agua fría, como tampoco los paños mojados, para bajar la fiebre.Lo ideal es que el niño lleve ropa ligera, que no esté excesivamente abrigado, pero tampoco pase frío.
  • La hidratación es especialmente importante en los procesos febriles. Conviene ofrecer agua y líquidos con frecuencia para evitar la deshidratación.
  • Si el niño no tiene apetito, no hay que forzarlo para que coma.
  • El paracetamol y el ibuprofeno se usan como analgésicos para aliviar el malestar asociado a la fiebre o, en el caso del ibuprofeno, para tratar procesos inflamatorios. Por lo que si no existe tal malestar, en principio, no deben darse antitérmicos con el único fin de bajar la temperatura.

¿Cuándo acudir al pediatra por fiebre en niños?

  • Cuando la fiebre aparece en bebés menores de tres meses.
  • Cuando la fiebre supera los 40 ºC.
  • Cuando el niño está decaído o presenta una irritabilidad extrema o un llanto persistente.
  • Si aparecen manchas rojas o moradas en la piel que no desaparecen al estirar la piel de alrededor (petequias).
  • Si el niño tiene dificultad para respirar y al hacerlo se le marcan las costillas o se oyen silbidos.
  • Si hay vómitos o diarrea persistentes o abundantes, o si aparecen síntomas de deshidratación como lengua seca, orina escasa, ojos hundidos…
  • Si se producen convulsiones con pérdida de conocimiento.

Si la fiebre provoca en el niño incomodidad o malestar, los medicamentos más frecuentes son el paracetamol y el ibuprofeno, que ayudarán a paliar esos síntomas. Pese a que aún muchos pediatras lo recomiendan, la eficacia de la alternancia entre ambos medicamentos no está demostrada y, por el contrario, se puede incurrir en una sobremedicación innecesaria.

Los medicamentos no son inocuos y pueden tener efectos secundarios. De hecho, el paracetamol afecta al hígado y el ibuprofeno al estómago, por lo que no conviene abusar. Es preferible elegir uno de ellos bajo prescripción médica y administrarlos en las dosis e intervalos recomendados por el pediatra. Pero, sobre todo, hay que armarse de paciencia, procurar el mayor bienestar posible al niño, observar su evolución y mantener la calma.

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