crianza y rabietas

Las expectativas y la realidad de la crianza

Hace unos días leíamos en el blog de La Gallina Pintadita un interesante articulo que nos ha hecho reflexionar y decidirnos a escribir sobre un asunto que hace tiempo ronda por nuestra cabeza: las expectativas y la realidad de la crianza. El texto, titulado Miedo y pena, pena y miedo (os recomendamos su lectura), se plantea como una explosión de sentimientos por parte de una madre que experimenta sus propios límites en la crianza. Una madre consciente de cómo quiere educar a sus hijos pero que, al mismo tiempo,  ‘estalla’ ante determinadas situaciones rompiendo con su propio modelo de crianza y experimentando la consiguiente frustración.

Probablemente la mayoría de los padres se han sentido así en algún momento, han gritado a sus hijos y se han arrepentido, han sido injustos con sus retoños o, simplemente, no han sido el ejemplo que quieren ser para sus niños. Es un sentimiento natural, casi inevitable, al menos cuando se tiene un compromiso firme con un determinado modo de educar. Pero también es cierto que la multitud de mensajes que los padres de hoy en día reciben acerca de la crianza, la existencia de distintas corrientes de pensamiento muy definidas sobre la educación y la facilidad de acceder a este tipo de contenidos a través de Internet (la blogosfera maternal/paternal, las webs sobre educación, las redes sociales…) a veces contribuyen a incrementar ese sentimiento que nos dice «lo estoy haciendo mal».

Para las personas reflexivas, inquietas y ávidas de información; para aquellos que entienden la paternidad de forma activa, como un ejercicio consciente, la búsqueda de información en la Red, el intercambio de impresiones y la participación activa en la creación de opinión sobre la crianza está casi asegurada. El problema viene cuando el exceso de información y la firme creencia en un modelo nos hace sentir frustrados ante la incapacidad de desarrollarlo al milímetro. Y entonces llega la pregunta, ¿estoy siendo una buena madre? (o un buen padre, se entiende).

A menudo escuchamos que la clave está en seguir nuestro instinto, en no dejarnos llevar por lo que dicen los demás, en ser consecuentes con nosotros mismos, pero este mensaje suele venir acompañado de un manual de instrucciones sobre ‘cómo seguir nuestro instinto’. Entonces, ¿hacemos caso al instinto o a las instrucciones?.

rabietas en los niños
Foto: El blog de Rosabel

Las personas muy seguras de sí mismas quizás no lleguen nunca a plantearse esto, pero será que somos muchos los mortales que dudamos que, cada vez más, observamos a nuestro alrededor cierta frustración por no lograr una coherencia absoluta con nuestras creencias sobre la crianza.

En este punto recordamos otro post que leímos hace también poco y que aborda la segunda cuestión de nuestra reflexión sobre las expectativas y la realidad de la crianza. Esta vez es La Reina Bruja quien nos hace pensar con su artículo No me juzgues. En su texto, La Reina Bruja se mete de lleno en un tema del que se habla poco, pero que está ahí y, no lo neguemos, es frecuente en la comunidad de padres 2.0. Nos referimos al juicio, a la facilidad con que muchos de nosotros opinamos sobre la forma de criar y educar de los demás, desde los asuntos más íntimos (como la lactancia, el biberón, la cuna o el colecho) hasta los más sociales (el comportamiento de los padres con sus hijos en espacios públicos).

Todo el mundo puede opinar de todo, está claro, pero es cierto que a veces se olvida el principio básico que debe regir cualquier relación, incluso en el mundo 2.0, que es el respeto. Podemos ser acérrimos defensores de un modelo determinado de crianza (ya sea crianza con apego, crianza natural, modelo conductista o cualquier otro), pero en el momento en que señalamos a otros con el dedo para decirles, con más o menos eufemismos, que son unos malos padres porque a veces gritan a sus hijos o porque no lo hacen nunca, ahí, en ese punto, estamos juzgando.

El problema de juzgar a los demás, si tratamos de analizarlo desde el punto de vista de la empatía, no es ya que podamos ofenderlo, ni siquiera que el juicio desencadene un debate desagradable… El verdadero problema del juicio es que puede llegar a afectar seriamente a la percepción que una persona tiene de sí misma, especialmente si no es ‘el rey o la reina de la seguridad’, y puede condicionar su forma de comportarse con sus hijos hasta el punto de convertir el desconcierto y la arbitrariedad en la tónica de la crianza.

Si defendemos que hay que seguir el instinto, no podemos adjuntar un manual de instrucciones sobre qué nos dice ese instinto. Si defendemos la naturalidad, pero a continuación hacemos una definición completa de lo que es la naturalidad, inevitablemente el resultado es de todo menos natural, y son muchos los padres que se convierten en víctimas de un modelo en el que creen pero que, si pretende aplicarse al pie de la letra, al margen de la realidad de cada familia, acaba resultando artificioso, ajeno y contraproducente.

Con esto no queremos decir que uno no pueda tener sus propias creencias, simpatizar más con una forma u otra de criar, interesarse por lo que se haba acerca de este tema, pero nos parece muy necesario adquirir cierta consciencia de nuestras propias limitaciones y, sobre todo, evitar trasladar nuestro modelo de perfección al resto de la humanidad.

Somos personas, somos padres, queremos a nuestros hijos y lo queremos hacer bien, pero a veces nos equivocamos y somos incoherentes con nuestros principios. No vamos a tomar el error por bandera ni vamos a convertirnos en defensores de nuestros fallos, pero como mínimo, seamos justos con nosotros mismos y concedámonos la oportunidad de equivocarnos, perdonarnos y tratar de rectificar para la próxima vez. Y otra cosa muy importante, somos nosotros quienes nos debemos perdonar si fallamos, también nuestros hijos. Con el resto del mundo, así tenga una cátedra en paternidad, y sintiéndolo mucho, no tenemos por qué disculparnos.

2 opiniones en “Las expectativas y la realidad de la crianza”

  1. Muy interesante todo lo que dices! Soy psicóloga infantil, especialista en pequeña infancia y te diré lo que es el legado de uno de los mejores asesores de padres que ha habido hasta ahora D.Winicott, «no hay madres perfectas, sólo suficientemente buenas», y así es! para ser los mejores padres del mundo se ha de ser suficiente, sólo eso. Para crecer, para desarrollar todo el potencial que los peques traen al mundo necesitan padres que les quieren y les acompañen amorosamente. Hay que seguir el instinto y no hay manual en el mundo que te diga como hacerlo porque al igual que en la vida, la verdad no es propiedad de nadie pero pertenece a cada uno, parece un poco filosófico lo que digo pero mi experiencia en el trabajo con familias que precisan ayuda con sus hijos, me lo confirma día a día.

    1. Muchas gracias por comentar, Yolanda. Nos encanta la frase: «Para crecer, para desarrollar todo el potencial que los peques traen al mundo necesitan padres que les quieren y les acompañen amorosamente». ¡Un saludo!

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